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MAS DE 100 MOTIVOS PARA ESTAR VIVOS

La EP y Yo.- Diario de una amistad no deseada.

El autor de este diario soy yo, Vicent Ibañez y Mas ( Vicent Marro i Xest ) de Benissa, y afectado por la enfermedad de Parkinson.
Haré esto porque soy un exhibicionista?.
No, creo que el entretenimiento intel•lectual, y el placer de hacer lo que a mí me gusta, leer, escribir, será una terapia para luchar, o mejor, para convivir con el enfermedad de Parkinson, y que en lo sucesivo llamaremos EP.
Te invito a seguirme en mi recorrido vital.
Intentaré ser, ameno, práctico y veraz.
No sere lacrimógeno y morboso.
Pretendo ofrecer un espacio de reflexión serio, lo cual no quiere decir, que no vaya a poner todo mi interés para hacer pasar una bueno rato a mis seguidores.
Cualquiera critica será agradecida.
Que os divirtais.

(Para la lectura de este Diario, se tendrá en cuenta que cada entrada es un capitulo, y que las mismas están ordenadas de antigua al actual, siendo el actual la primera que se visualiza).

lunes, 16 de julio de 2012

VEINTITRES.- La EP y YO. Resistir.

Temprano y fresco por una noche de sueño profundo, decido hacer la tantas veces pospuesta visita.

Desde la última vez han pasado cinco meses y otras tantas me ha llamado desde entonces, “por saber de mi” (a ver cuando vienes).
No ha salido el sol. En el horizonte del mar Mediterráneo hay una franja, fea, de un azul sucio. Parece que sea la zona donde van a parar los restos que produce el agua una vez filtrada. La carretera hasta el destino, despejada y en buen estado. La compañía, como casi siempre, la música de Joaquín Sabina,escucho varias veces "Ahora", y un repaso a la biografía de mi anfitrión.
Soltero por elegir la religión. Sabio por herencia familiar y tesón propio. Sencillo y obediente por imitar ha quien es fundador de la orden religiosa donde profesó sus votos. Ejecutivo de la Custodia, poliglota y depositario de la biblia virtual en el disco duro del cuerpo humano. Ese mismo disco duro, afectado por el Parkinson, le dejo en situación de parado forzoso. Allí en la Vall d´Albaida, en un edificio antiguo pero bien acondicionado y adaptado para sus necesidades, allí vive varado, yo lo aprecio así, Vicente.
Las diez y media:
- Si ya sé que no va muy rápido.
- Tendrás que esperar, estaba en la ducha.
- Esta muy difícil de tratar. Veremos, ha querido hacer la comida.
- Mejor, así se distrae.
- No sé yo que es mejor. El estropicio es de órdago.
Como siempre, me sorprendo de lo bajito que es. Sera mi recuerdo del barbudo aquel, que al visitarnos causaba un respeto y que, seguramente, le hacia, ante mis ojos, un gigante. Siempre nos quedamos un momento mirándonos. Nos evaluamos, determinamos en que estadio esta cada uno. 
Siempre me adelanto y cariñosamente le abrazo.
Los nervios o la emoción le atacan y el cuerpo empieza a realizar unos movimientos como de péndulo recién activado. En zigzag y un poco desviado. Siempre noto una rigidez en su cuerpo y una expresión extraña en su cara. Si no conociera los síntomas, creería que me rehúye. Que se horroriza al verme. Pero, yo sé que su cuerpo esta rígido por la alegría de verme. Que su cara, (dicen) de póker, realiza un esfuerzo por dibujar la sonrisa o manifestar la alegría, y no lo logra.
Veo que su boca empieza ha expresar, pero los sonidos de las cuerdas vocales, también, la rigidez les hace mella. Para oir y entender acerco mi oído, parecemos confesor y penitente.
Se califica de hablador empedernido, pero el bendito don de la palabra, como a un nuevo Job, le ha sido modulado a unos tonos casi inaudibles.
¿Quien, en el mundo de hoy, escucha con paciencia la historia que nos quiere contar alguien cuya voz es apenas audible?. 

Pasa uno de sus hermanos, al que me presento. Vicente empieza a decir algo que el otro, si ha visto la intención, ha salido pitando, y si no la ha visto, igualmente ha salido pitando.
Hablamos, y esta vez intento llevar yo la voz cantante. Intercambiamos experiencias y hechos ocurridos.
El día transcurre, experimento y vivo episodios que me dan una idea del grado de paciencia y de aceptación que tanto el afectado, principalmente, como su familia tienen que llegar a adquirir.
Al llegar la hora del adiós, la misma actitud y la misma expresión que a la llegada.
Me marcho. Y me voy con un sentimiento de alegría, por compartir un día con alguien que aprecio y creo que necesita que se atienda su necesidad de comunicarse.

Me marcho. Y me voy con un sentimiento de tristeza por la ausencia de una familia, un hogar …. Pero, no lo es todo la familia y el hogar, porque aun teniéndolo, uno puede estar solo.

A Vicente Herrero Pedro, franciscano.
Onteniente, julio de 2012